Aeropuerto de Miami: el caos cada vez que aterriza de Trump
No hay emergencia. Nadie corre. No hay luces de alerta ni escaleras de evacuación. Solo un mensaje repetido por los altavoces del Aeropuerto Internacional de Miami: “No está pasando nada malo. Tenemos al presidente Trump aterrizando y todas las operaciones del aeropuerto fueron suspendidas. Ningún vuelo sale ni aterriza hasta que el presidente abandone el aeropuerto”.
La escena, ocurrida el jueves 3 de abril, no fue un hecho aislado. Según empleados del aeropuerto, esta interrupción se repite cada dos semanas, siempre los jueves, cuando el presidente de los Estados Unidos, Donald Trump, viaja a su residencia en Mar-a-Lago, Palm Beach.
Cientos de pasajeros quedan varados en tierra o en el aire. Los vuelos que se acercan al aeropuerto deben permanecer en espera, girando en círculos. Si el combustible se agota, deben solicitar autorización para aterrizar en Fort Lauderdale. Quienes ya están en Miami solo pueden esperar a que el presidente abandone la pista.
En el salón de espera, la tensión se hace evidente. Una trabajadora del aeropuerto trata de mantener la calma entre los viajeros: “Visitar el counter no hará que la situación mejore ni que su vuelo salga antes, por favor mantenga la calma”, repite el mensaje, en inglés y español.
“Eso pasa cada vez que él viene”, confirma una empleada del aeropuerto a Diario Libre. “Así fue también en su primer mandato. Pero en dos horas todo vuelve a la normalidad. Nosotros, los empleados, aprovechamos para descansar, porque no hay nada que hacer”.
El traslado de Trump suele hacerse en helicóptero, aunque en algunas ocasiones es por tierra. En ambos casos, el protocolo de seguridad detiene por completo las operaciones del aeropuerto internacional durante ese periodo.
Vuelos interrumpidos, nervios y resignación
Entre las afectadas se encontraba una pasajera dominicana que esperaba su vuelo de conexión a Santo Domingo. El retraso, sin embargo, no comenzó en Miami.
“Vengo con vuelos retrasados desde las siete de la mañana, por los tornados en Kentucky. Ahora llego aquí y me encuentro con esto. Ya no aguanto más. Voy a Dominicana por unos pocos días y encima me encuentro con esto… increíble”, dijo.
Las quejas no provienen solo de los viajeros. Medios locales y residentes de la zona han denunciado desde hace años los efectos colaterales de estas visitas presidenciales, que van desde cierres viales y ruido ambiental hasta pérdidas económicas para los negocios aledaños.
Según la agencia EFE, la Administración Federal de Aviación (FAA, por sus siglas en inglés) emite una restricción temporal del espacio aéreo cada vez que el presidente visita su residencia, con un radio de 30 millas náuticas (unos 55 kilómetros).
La ciudad asume el costo de las operaciones de seguridad, un gasto que —según las autoridades locales— muchas veces no es reembolsado por el Gobierno federal.
Mientras tanto, en el aeropuerto, la rutina se repite: un aterrizaje presidencial, una terminal en pausa y cientos de pasajeros que deben esperar —sin explicación adicional— a que el hombre más poderoso del país termine de bajar del avión.