Lobismo estratégico en Washington para República Dominicana
En un mundo tan interconectado como el actual, la consultoría estratégica y el lobismo han dejado de ser lujos opcionales para gobiernos y empresas. Hoy son herramientas fundamentales para proteger intereses, abrir puertas y generar cambios reales.
Un ejemplo claro es el caso de la industria azucarera de la República Dominicana.
En noviembre de 2022, el gobierno de Estados Unidos bloqueó las importaciones de azúcar del Central Romana, alegando presuntas violaciones a los derechos laborales. La medida tuvo un impacto inmediato: se trataba de más de 200 millones de libras anuales destinadas al mercado estadounidense.
Ante la crisis, la República Dominicana respondió de forma estratégica. Central Romana y otras empresas contrataron firmas de cabildeo en Washington para defender sus intereses. El resultado: Estados Unidos levantó las restricciones, un logro significativo para la economía dominicana.
Este no es un caso aislado. El país también ha recurrido al lobismo para defender su industria azucarera en tratados como el DR-CAFTA, promover el turismo, mejorar su imagen en materia de seguridad y responder a controversias migratorias.
Como experta en este ámbito, estoy convencida de que la República Dominicana está dando pasos importantes para comunicar eficazmente a los organismos internacionales su derecho soberano a implementar su nuevo protocolo migratorio en hospitales, pese a las críticas.
En Washington, donde se toman decisiones que repercuten en todo el mundo, no basta con tener la razón: es crucial saber cómo, cuándo y a quién contar la historia.
En mi trayectoria profesional, he conectado gobiernos y empresas en temas clave como salud y vivienda asequible. Cuando un país busca establecer acuerdos con hospitales que represento —para recibir medicamentos durante desastres, entrenar médicos, suministrar ambulancias o crear centros oncológicos— el éxito depende en gran medida de una asesoría estratégica y de relaciones bien construidas.
El gobierno federal de Estados Unidos maneja vastos recursos y programas capaces de transformar realidades más allá de sus fronteras. Pero acceder a ellos no es fácil: la competencia es intensa, las leyes complejas y las prioridades cambiantes.
El papel del lobismo
Por eso, gobiernos y empresas invierten en lobistas y consultores, no para “comprar” decisiones, como erróneamente se cree, sino para abrir canales de comunicación, educar a los tomadores de decisiones y garantizar que las verdaderas necesidades sean escuchadas.
El lobismo desempeña un papel esencial en el fortalecimiento democrático y en la creación de políticas públicas efectivas. Permite que sectores diversos influyan en la formulación de leyes, asegurando que estas respondan a necesidades reales. Esta participación estratégica también evita que los actores simplemente reaccionen a normativas ya impuestas.
Además, los lobistas amplifican las voces de sectores que a menudo son ignorados, como ONGs, pequeñas empresas o gobiernos extranjeros. En entornos regulatorios complejos, interpretan leyes, entienden marcos presupuestarios y ayudan a sus clientes a tomar decisiones informadas.
El lobismo protege intereses económicos, impulsa la innovación y refuerza la competitividad global. Mediante relaciones éticas y duraderas con legisladores, los consultores fomentan la confianza en los procesos de toma de decisiones.
La República Dominicana puede sacar aún mayor provecho de este recurso estratégico. ¿Cómo? Aumentando su presencia en áreas clave como comercio, salud, energía, seguridad alimentaria y diplomacia cultural.
El gobierno federal de Estados Unidos maneja vastos recursos y programas capaces de transformar realidades más allá de sus fronteras. Pero acceder a ellos no es fácil: la competencia es intensa, las leyes complejas y las prioridades cambiantes.
Un lobismo bien ejecutado puede ayudar a defender exportaciones ante medidas proteccionistas, atraer inversión extranjera, facilitar acuerdos de cooperación médica o educativa y posicionar al país como aliado confiable de Estados Unidos.
Con más de dos décadas de experiencia en el Congreso de EE. UU., y como exjefa de despacho de un miembro del Congreso, conozco a fondo los ciclos legislativos, las dinámicas de los comités y las estrategias detrás de escena.
Esto me convierte en un recurso clave para gobiernos, organizaciones y coaliciones que buscan resultados concretos.
Mi compromiso con comunidades históricamente desatendidas ha guiado mi transición del servicio público a la consultoría y el cabildeo, con la equidad como eje central. Gracias a una trayectoria avalada por resultados y una red de relaciones de confianza, he construido coaliciones influyentes capaces de transformar decisiones legislativas.
Mi paso de funcionaria a consultora no fue un cambio de rumbo, sino una expansión de mi vocación de servicio: poner mis conocimientos y redes al servicio de personas, países y empresas para lograr impactos reales y sostenibles.
Actuar en Washington requiere estrategia, relaciones y visión. Cada tratado logrado, cada sanción evitada y cada oportunidad aprovechada demuestra el poder transformador de un lobismo ético y bien ejecutado.
Por eso creo firmemente en lo que hago. Porque no se trata solo de influir, sino de construir puentes, crear oportunidades y transformar vidas a través de políticas públicas que reflejen las verdaderas necesidades de quienes representamos.